La inflación vuelve a acelerarse en los últimos meses.
El IPC-INDEC pasó de niveles en torno al 1,45% mensual en octubre-noviembre de 2017, a 2,45% en los meses de diciembre 2017-enero 2018. El IPC-Provincias pasó de 1,54% a 2,02% en el mismo período y el IPC-CABA de 1,4% a 2,5%.
Los valores anualizados de la inflación del último bimestre son de 34% para el IPC-INDEC e IPC-CABA, 25% para las provincias.
Por su parte, la evolución de los precios de los supermercados recopilada semanalmente para más de 20.000 productos de grandes cadenas por el CESO (IPS-CESO), permite anticipar la continuidad de la aceleración de los aumentos de precios en marzo. La inflación mensualizada en los supermercados alcanzó 2,03% en la tercera semana de febrero, luego de 2,19% registrada en enero de este año.
Así, el IPS-CESO muestra un incremento anualizado del 28% en los primeros dos meses del año.
De esta manera, el descenso de la inflación experimentado durante 2017 llegó a su fin, comenzando una nueva etapa de aceleración inflacionaria.
La nueva meta oficial de inflación del 15% queda desdibujada y las proyecciones del CESO para 2018 se ubican en torno al 26% (+-4p.p. según escenarios de paritaria y devaluación).
El fracaso de las metas de inflación.
La política de metas de inflación con que el gobierno viene intentando estabilizar los precios ha fracasado rotundamente. La inflación de 2016 superó a la meta máxima en 11,7 a 16,1 puntos porcentuales, según los índices que se considere. La inflación de 2017 lo hizo en 6,9 a 9,1 p.p., y las perspectivas para 2018 no son alentadoras, aún después que el propio gobierno incrementó la meta del 12 al 15%.
El fracaso de la política de metas de inflación debe buscarse en su error de concepción sobre las causas de las suba de los precios y, por lo tanto, sobre la mejor política para estabilizarlos.
La concepción detrás de las metas de inflación es que la suba de los precios es un fenómeno monetario. La excesiva oferta de dinero que genera la emisión para financiar el déficit público, se traduce en un exceso de demanda de bienes que, al sobrepasar la capacidad de la oferta productiva, impulsa una permanente suba de los precios. Bajo esa mirada, la agresiva política de absorción de la oferta monetaria por la vía de colocación de LEBACs a elevadas tasas, reduce la demanda agregada y, por ende, el impulso al alza de los precios.
Sin embargo, la situación de la economía argentina no parece corresponder con ese orden de causalidades y la política del central no está exenta de contradicciones.
Por un lado, la inflación se aceleró en años como 2014 y 2016, donde la demanda agregada cayó y la oferta productiva no encontró colocación, derrumbando la producción y el empleo. Por otro lado, el banco central impulsa una agresiva política de expansión de los créditos, a través de la seguridad que brinda a los bancos la posibilidad de indexarlos por la inflación.
Claramente, pinchar la demanda incrementando las tasas de interés vía política de metas de inflación y, en paralelo, estimular la demanda fomentando la expansión del crédito, es una política esquizofrénica que muestra el grado de desorientación reinante en materia de política de estabilización de los precios.
Metas de paritarias.
El rol real que viene jugando la política de metas de inflación es la de establecer una meta de paritaria. Así lo ha buscado el gobierno intentando en cada año cerrar las paritarias alrededor de la meta de inflación anunciada por el equipo económico.
El resultado de dicha política ha sido una fuerte pérdida de salario en 2016, cuando la inflación sufrió una importante aceleración y la distancia con la meta de inflación-paritaria fue más elevada.
En 2017 los salarios lograron una leve victoria sobre los precios, en base a la reducción de la inflación y la masificación de las cláusulas gatillo (aumentos de salarios que se activan si la inflación empieza a superar los incrementos pactados en los salarios).
En 2018, la previsible aceleración de la inflación junto a la política oficial de eliminar las cláusulas gatillo hace prever pérdidas salariales similares a las de 2016, si se cierran aumentos cercanos a la meta oficial.
Inercia, dólar y tarifas: los ingredientes de la inflación
Si se deja de lado el dogmatismo monetarismo, puede observarse que la inflación de los últimos años tiene fuertes componentes inerciales (con un piso alrededor del 20% anual), que se acelera cada vez que se meten devaluaciones y tarifazos, mientras se desacelera cuando se plancha el dólar y las tarifas.
Así puede observarse en la gráfica como desde 2013, sobre un piso inercial del 20%, la inflación se aceleró los años pares no electorales en que hubo subas pronunciadas del dólar y las tarifas (2014, 2016 y nuestra proyección para 2018), mientras que de redujo los años impares electorales donde la política viró a planchar el tipo de cambio y el costo de los servicios públicos.
Esa dinámica de los precios es la que explica la reciente aceleración de la inflación en el marco del alza del dólar y los nuevos aumentos de tarifas.
Los mismos son la base de la estimación del CESO de una inflación en torno al 26% para 2018, un año par no electoral, con desvíos de hasta 4p.p. de acuerdo a los resultados de las paritarias y los vaivenes no anticipados de la política cambiaria.
También permite anticipar la continuidad de las elevadas tasas de inflación si no se modifica la política oficial en la materia, hacia una que ataque los elementos inerciales y evite retrasos seguidos de ajustes bruscos en precios claves como el dólar y las tarifas. [...]
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