sábado, 7 de septiembre de 2013

Admirar al asesino

Leíamos el reportaje de ayer de Ámbito Financiero a Graciela Fernandez Meijide y no podíamos dejar de pensar de cierta variante del Síndrome de Estocolmo que sufren algunas de nuestras mediáticas estrellas de la progresia realmente existente.
Al caso paradigmático de Victoria Donda (que ya volvió y se fue del útero un par de veces) se suma la coqueta Graciela Fernandez Meijide quien supo ser jerarca del progresismo argentino en una época ya, por suerte, lejana.
Lo que tienen estas almas sensibilizadas de prepo (hay que decirlo) es, en el fondo, admiración por la maquina de exterminio que se los comió. Le tienen mucho respeto sobre todo porque su ego es tan grande que consideran que alguien que los hizo mierda debe ser por lo menos igual de extraordinario. "Estos tipos me jodieron la vida a Mi" piensan, "deben ser, entonces, tan geniales como yo".
Solo en ese contexto es explicable que la ex-jerarca progre declare que "bajar el cuadro de Videla fue agresivo".
No es un sentimiento nuevo ni extravagante, fíjense que hace muchos años el guionista de "Apocalipsis ahora" lo puso en boca del Coronel Kurtz:: "Recuerdo que cuando estaba en las fuerzas especiales fuimos a un campamento a vacunar a unos niños. Dejamos el campamento después de vacunarlos a todos contra la polio. Un viejo vino corriendo, lloraba, sin decir nada. Regresamos al campamento. Ellos habían ido y habían cortado todos los brazos vacunados. Vimos allí un enorme montón de bracitos. Y recuerdo que yo... yo lloré también como... como una abuela. Quería arrancarme los dientes, no sé lo que quería hacer. Y me esfuerzo por recordarlo, no quiero olvidarlo nunca, no quiero olvidarlo. Entonces vi tan claro, como si me hubieran disparado, disparado con un diamante, con una bala de diamante en la frente, y pensé: Dios mío, eso es pura genialidad, ¡es genial! ¡Tener voluntad para hacer eso! Perfecto, genuino, completo, cristalino... ¡puro! Y entonces me di cuenta de que ellos eran más fuertes porque podían soportarlo: no eran monstruos, eran hombres, tropas entrenadas. Esos hombres que luchaban con el corazón, que tenían familia, hijos, que estaban llenos de amor, habían tenido la fuerza, el valor, para hacer eso".

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Que matiz ni matiz! ¡Es sindrome de estocolmo hecho y derecho!

Anónimo dijo...

"En el nombre del hijo" se pueden decir demasiadas cosas parece, incluso las insondables...
Otra decada perdida? nada rescatable? que busca esta señora, los restos de un imbecil?
Coincido con su analisis, hay fascinacion en esa mirada.
PD: excelente la cita
Jorge

Alcides Acevedo dijo...

Mamita, Alfonsín hubiera dicho: "Un psiquiatra a la derecha"

Muchachos, ya es hora de hacer un poco de autocritica y revisar seriamente el delirio de la década del 70... lo digo en serio.