jueves, 31 de enero de 2019

Ahora que no quieren el petroleo

Ahora que nos quieren hacer creer que el petroleo de Venezuela es en realidad caro y difícil de procesar es bueno recordar esta historia acerca de como se tergiversan los hechos, se esconden los números, se conquista mentalmente con información parcial, sesgada, falsa y luego se transforma en historia oficial contra intuitiva.
Siempre es bueno recordar ese dicho norteamericano "si tiene pico de pato, plumas de pato, patas de pato y hace cuac!...debe ser un pato"

Jason Hickelby para Al Jazeera
"En Gran Bretaña se suele contar la historia de que, por muy horrible que haya sido, la colonización de India no reportó ningún beneficio importante a Gran Bretaña. 
En todo caso, la administración de India supuso un coste para Gran Bretaña, de modo que el hecho de que el Imperio británico se mantuviera durante tanto tiempo, continúa esa historia, fue un gesto de la benevolencia británica.
Una nueva investigación de la prestigiosa economista Utsa Patnaik recién publicada por Columbia University Press atesta un duro golpe a este relato.
Basándose en casi dos siglos de minuciosos datos sobre los impuestos y el comercio Patnaik Utsa Patnaik calculó que Gran Bretaña había sacado a India un total de casi 45 billones de dólares durante el periodo comprendido entre 1765 y 1938.
Se trata de una cantidad colosal. Comparativamente 45 billones de dólares es 17 veces más que el actual producto interno bruto anual total de Gran Bretaña. 
¿Cómo ocurrió?
Sucedió por medio del sistema de comercio. Antes del periodo colonial Gran Bretaña compraba a los productores indios productos como textiles y arroz, y los pagaba de la forma normal, generalmente con plata, como hacía con cualquier otro país. Pero algo cambió en 1765, poco tiempo después de que la Compañía de las Indias Orientales se hiciera con el control del continente y estableciera un monopolio sobre el comercio indio. Funcionaba de la siguiente manera: la Compañía de las Indias Orientales empezó a recaudar impuestos en India y luego utilizó inteligentemente una parte de estos ingresos (aproximadamente una tercera parte) para financiar la compra de artículos indios para uso británico. En otras palabras, en vez de pagar los artículos indios de su bolsillo, los comerciantes británicos los adquirían gratis “comprándoselos” a las y los campesinos y tejedores con el dinero que les acababan de quitar.
Fue una estafa, un robo a gran escala. Sin embargo, la mayoría de las personas indias no se dieron cuenta de lo que ocurría porque el agente que recaudaba sus impuestos no era la misma persona que aparecía para comprar sus productos. Si hubiera sido la misma persona seguramente se habrían olido que había gato encerrado.
Algunos de los productos robados se consumieron en Gran Bretaña y el resto se reexportó a otros lugares. Este sistema de reexportación permitió a Gran Bretaña financiar un flujo de importaciones de Europa en el que se incluían materiales estratégicos como hierro, alquitrán y madera, que fueron fundamentales para la industrialización de Gran Bretaña.
En efecto, la Revolución Industrial dependió en gran parte de este robo sistemático a India.
Por si fuera poco, los británicos pudieron vender los productos robados a otros países por mucho más de lo que los habían “comprado” y embolsarse no solo el 100 % del valor original de los productos sino también el margen de beneficio.
Después de que iniciara el control británico del India en 1858 los colonizadores añadieron un nuevo giro especial al sistema de impuestos y compras.
Como se había roto el monopolio de la Compañía de las Indias Orientales, se permitió a los productores indios exportar sus productos directamente a otros países, aunque Gran Bretaña se aseguró de que aun así el pago de aquellos productos acabara en Londres. ¿Cómo se hacía?
Básicamente cualquier persona que quisiera comprar productos a India lo tenía que hacer utilizando unos Billetes del Consejo especiales, un papel moneda único que solo emitía la Corona Británica. Y la única manera de conseguir esos billetes era comprarlos a Londres con oro y plata. De modo que los comerciantes pagaba a Londres en oro para conseguir los billetes y después utilizaban los billetes para pagar a los productores indios. Cuando los indios cobraban los billetes en la oficina colonial local se les “pagaba” en rupias que provenía de las recaudaciones de impuestos, el dinero que se les acababa de recaudar. Así que, una vez más, de hecho no se les pagaba en absoluto, sino que se les estafaba. Mientras tanto, Londres acabó con todo el oro y plata que debería haber ido directamente a los indios a cambio de sus exportaciones.
Este corrupto sistema significaba que aunque India tenía un impresionante superávit comercial con el resto del mundo (un superávit que duró tres décadas a principios del siglo XX) en las cuentas nacionales aparecía como déficit debido a que Gran Bretaña se apropiaba de la totalidad de los verdaderos ingresos provenientes de las exportaciones de India. Algunas personas consideran que ese “déficit” ficticio es la prueba de que India fue un lastre para Gran Bretaña, pero la verdad es exactamente lo contrario. Gran Bretaña interceptó enormes cantidades de ingresos que en justicia pertenecían a los productores indios. India era la gallina de los huevos de oro. Mientras tanto, el “déficit” significaba que India no tenía más opción que pedir prestado dinero a Gran Bretaña para financiar sus importaciones. Así, toda la población india se vio obligada a contraer una deuda completamente innecesaria con sus caciques coloniales, lo que consolidó aún más el control británico.
Gran Bretaña utilizó el dinero caído del cielo proveniente de este sistema fraudulento para alimentar la maquinaria de la violencia imperial ya que financió la invasión de China en la década de 1840 y la supresión de la rebelión india en 1857. Y esto se sumaba a lo que la Corona tomó directamente de los contribuyentes indios para pagar sus guerras.
Como señala Patnaik, “el coste de todas las guerras de conquista británicas fuera de las fronteras indias se cargo en su mayor parte a los ingresos indios”.
Y eso no es todo: Gran Bretaña utilizó este flujo de tributos de India para financiar la expansión del capitalismo en Europa y en zonas de asentamiento europeo como Canadá y Australia. Así que lo extraído en las colonias facilitó no solo la industrialización de Gran Bretaña sino también de gran parte del mundo occidental. Si India hubiera podido invertir en desarrollo sus propios ingresos fiscales y sus ingresos en divisas, como hizo Japón, no se sabe hasta qué punto podría haber sido diferente su historia. India se podría haber convertido perfectamente en una potencia económica. Se podrían haber evitado siglos de pobreza y sufrimiento.
Todo esto es un antídoto aleccionador contra el halagüeño relato que promueven determinadas voces poderosas en Gran Bretaña.
El historiador conservador Niall Ferguson ha afirmado que el dominio británico ayudó a “desarrollar” India. Cuando era primer ministro David Cameron afirmó que el dominio británico supuso una clara ayuda para India.
Este relato ha logrado arraigar en el imaginario popular: según una encuestra realizada en 2014 por YouGov, un 50 % de las personas en Gran Bretaña cree que el colonialismo fue beneficioso para las colonias. Sin embargo, durante los casi 200 años de dominio británico en India casi no aumentó el ingreso per capita.
De hecho, durante la segunda mitad del siglo XIX, la época de apogeo de la intervención británica, los ingresos de India se desplomaron a la mitad. La esperanza de vida media descendió una quinta parte desde 1870 hasta 1920. Decenas de millones de personas murieron sin necesidad de una hambruna inducida por la política. Gran Bretaña no desarrolló India, todo lo contrario: como deja claro el trabajo de Patnaik, India desarrolló a Gran Bretaña."

jueves, 24 de enero de 2019

Guatemala guatepeor

Se habla mucho de Venezuela y muy poco de Guatemala.
En las ultimas horas el gobierno de Guatemala metió presos a dos sindicalistas y de paso, a sus abogados.
Los secuestrados son el Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Salud de Guatemala, Luis Alpirez, y a la ex Secretaria de ese mismo sindicato Regina Ruano junto con sus abogados.
Curiosamente (o no) poco se habla de Guatemala, gobernada por Jimmy Morales (un Miguel Del Sel guatemalteco) que llego al poder oh casualidad desde "fuera de la politica" (como le gusta decir a los que hacen políticas de lobby) denunciando la corrupción del gobierno anterior, el llamado "caso de la linea" un calco de lo que se ha instrumentado por toda latinoamerica, se denuncia corrupción, se esmerila a un gobierno, se lo ayuda desde los medios y desde el exterior y llega un chichipio de presidente.
Nada que no hayamos visto.

lunes, 21 de enero de 2019

Un desequilibrio que cumple dos décadas

Hace 20 años dábamos clases no importa donde y decíamos que si juntábamos a las 96 personas mas ricas del mundo y a las 1.800 millones mas pobres (mil ochocientos millones) y les vaciábamos los bolsillos, empataban en guita.
Hoy si juntamos a las 26 personas mas ricas del planeta y a los 3.800 millones mas pobres y hacemos la misma operación... empatan.
¿Quien le roba a quien esta vez?
¿Cuanto puede durar esta situación?


viernes, 18 de enero de 2019

El veranito cambiario ya se cobro una victima

Dice el Informe CEPA: "La economía argentina inicia 2019 con la economía real en franca caída y un mercado cambiario estabilizado.
Ambos fenómenos no están desvinculados, ya que la crisis de la actividad real es consecuencia de las medidas acordadas por el gobierno con el FMI, para estabilizar el frente externo. Una brusca devaluación con elevadas tasas de interés en el marco de un plan de ajuste fiscal.
 Aun así, la estabilidad cambiaria continúa siendo precaria.
En primer lugar, porque el horizonte de vencimientos de deuda post 2019 continúa siendo insustentable. 
En segundo lugar, porque las elevadas tasas generan un incremento exponencial de los stocks en pesos potencialmente dolarizables. En ese sentido, el incremento de los plazos fijos en pesos tiende a generar un efecto similar al que, meses atrás, tenían las LEBACs aun cuando la distribución de sus vencimientos tiene una dinámica menos vertiginosa.
Un elemento a tener en cuenta en un año electoral, donde suelen presentarse una precautoria dolarización de los ahorros.
 La palabra final en términos de estabilidad cambiaria, la tendrán las metas que el FMI imponga en materia de reservas después de marzo de 2019.
Si son relajadas, el oficialismo podrá llegar a las elecciones con un dólar calmo.
Si en cambio, impone metas de reservas exigentes, forzará expectativas de devaluación que reforzarán la compra de dólares propia del año electoral.
En ese caso, las elevadas tasas (y el diferencial vía LELIQ que se apropian los bancos) pueden ser insuficientes para contener la corrida cambiaria.
Mientras tanto, la estabilidad cambiaria ya se cobró un muerto: la actividad productiva.

martes, 15 de enero de 2019

Un nuevo caso Sokal o las ciencias sociales en la era de la boludez


Una gigantesca broma. El funcionamiento de las revistas académicas es el siguiente: los investigadores mandan su trabajo, fruto de una investigación; si el editor lo considera interesante, lo envía a una serie de críticos que llevan a cabo una lectura a fondo; estos revisan los argumentos y las fuentes de la investigación y proponen a los autores cambios y mejoras.
Es un proceso que se prolonga durante meses, cuya finalidad es mantener un estándar de excelencia en la publicación.
Boghossian, Lindsay y Pluckrose pasaron todas estas pruebas con auténticas atrocidades.En 'Reacciones humanas a la cultura de la violación y la performatividad queer en parques urbanos para perros en Portland, Oregon', supuestamente investigaron a centenares de perros que cojian en los parques de Portland, interrogaron a sus dueños sobre su sexualidad y, tras una andanada de jerga académica y falsas estadísticas, concluyeron que si el feminismo quiere destruir la cultura de la violación, lo mejor es educar a los hombres como si fueran mascotas.
La dirección de la revista no sólo publicó las conclusiones, sino que dijo que deberían extender una beca a los autores y concederles algún tipo de premio.
Les reprocharon, eso sí, que quizás habían violentado un poco a las mascotas al examinar sus genitales.
Otro artículo que pasó todos los filtros fue 'Entrando por la puerta de atrás: desafiando la homohisteria, transhisteria y transfobia del hombre heterosexual con juguetes sexuales', donde recomendaban que los hombres blancos heterosexuales se autopenetrasen con dildos para volverse “menos transfóbicos, más feministas, y más conscientes de los horrores de la cultura de la violación”.
En '¿Quiénes son ellos para juzgar? Superar la antropometría a través del culturismo de grasa', defendían que la obesidad es también una forma de culturismo que debería respetarse tanto como el deporte.
Fue publicado en la publicación académica más prestigiosa del planeta especializada en lo que ahora llaman “cuerpos no normativos”.
En el programa de radio de Joe Rogan, que estaba entusiasmado con el experimento, los autores explicaron entre risas que su crítica apunta contra las nociones básicas y fundacionales de la izquierda posmoderna y de los estudios en humanidades contemporáneos, según los cuales toda la sociedad occidental orbita en torno dinámicas de poder interseccionales.
Los investigadores decidieron aplicar la perspectiva de la opresión a distintas chifladuras. Sus artículos justificaban que se tratase con la máxima crueldad al hombre banco, poseedor de todos los privilegios, a fin de que termine abandonando “voluntariamente” su posición de poder. Dos artículos profundizaban en esta línea de forma delirante. En uno, los autores citaban frases del 'Mein Kampf' de Adolf Hitler sustituyendo la palabra "judío” por la palabra “hombre blanco” con resultados como este: “si no erradicamos al hombre blanco celebraremos el funeral de la humanidad”. En otro, proponían una actividad escolar para que los niños blancos fueran conscientes de sus privilegio, que consistía en encadenarlos al suelo para que las niñas y los niños de otras razas los humillaran públicamente.
Pero, como en el relato 'Nadie se va a reír' de Milan Kundera, la broma no iba a sacudir las estructuras de poder corruptas de los departamentos académicos de humanidades.
Los académicos se iban a lanzar contra ellos con absoluta agresividad para destruirlos.
Y esta es la segunda parte de esta historia.
La venganza de los estúpidos
Los tres autores se han visto desde entonces sometidos a ataques frontales, muchas veces anónimos, y se sienten desamparados porque otros colegas no se atreven a defenderlos públicamente por miedo a ser considerados fascistas.
Me lo explica James A. Lindsay con estas palabras: “Mi amigo (un académico) me explicó esto diciendo: “ellos saben que los tienes agarrados, pero todos los que están de acuerdo contigo están demasiado asustados para decirlo”.
Peter Boghossian, que es profesor de filosofía en la Universidad de Portland, ha sufrido los ataques más directos y destructivos. Un grupo de colegas de su universidad publicó de manera anónima un panfleto, que repartieron por el campus, donde aseguraban que él es amigo del gobierno de Trump y parte de la 'Alt-Right'. Boghossian asegura que jamas voto a un republicano y ademas es miembro de la Fundacion Richard Dawkins una organización que defiende el pensamiento critico y la divulgación científica desde el punto de vista del ateísmo.
Dice estar apesadumbrado: “pensé que esto sería mayormente una llamada de atención (sobre la corrupción de los departamentos) para aquellos dentro de estas disciplinas, pero no”. Todo se divide entre ataques y silencio. “Es como si (los afectados) estuvieran tratando de fingir que el escándalo nunca sucedió”.
Le pregunto si detecta en sus colegas miedo a defenderlos públicamente, si se sienten aislados en una campana de silencio, si creen que se han convertido en personas radiactivas. Responde que “sí, creo que sí, es así hasta cierto punto. Hay tanta polarización en este momento que hay un tremendo temor de ser visto como parte o en alianza con el Otro Lado. La gente está perdiendo amigos por la división política, y eso probablemente conduzca a silenciar a las personas que de otra manera hablarían. Este efecto parece ser más poderoso en la academia, lo cual que es profundamente triste y profundamente preocupante”.
Los tres profesores se muestran muy tajantes sobre el peligro que supone esta corrupción de los departamentos de las humanidades. Explican que las teorías que se gestan en estos departamentos son responsables de que los campus de humanidades anglosajones se hayan convertido en sitios aterradores para cualquier voz disidente o independiente.
Alertan de que lo peor es que, de la Universidad, esto se contagia a la prensa, y de la prensa a la política. El efecto para la sociedad es devastador cuando cualquiera que intente criticar estas posturas identitarias y políticamente correctas desde dentro de la izquierda es purgado. “Se te acusa de ser miembro de la “alt-right” y el debate ha terminado ahí”.

viernes, 11 de enero de 2019

El que piensa, pierde.

La diabetes es una enfermedad de la abundancia. Lo haya dicho Cristina o Magoya.
Ahí esta google para buscar las investigaciones en países árabes, en las islas del pacifico cuando llego el turismo, en los países desarrollados a medida que tienen mas acceso a comida barata.
No puede ser que cualquier idea que no cuadre en el sentido común sea descartada ipso facto.


Obesidad y diabetes, una plaga lenta pero devastadora: discurso inaugural de la Directora General en la 47ª reunión de la Academia Nacional de Medicina Dra. Margaret Chan Directora General de la Organización Mundial de la Salud Washington D.C. (EE.UU.)
17 de octubre de 2016
"Miembros de la Academia Nacional de Medicina, distinguidos invitados de la Academia, señoras y señores: Existen en el mundo unos 800 millones de personas que padecen hambre crónica, pero al mismo tiempo hay países en los que más del 70% de la población adulta está aquejada de obesidad o sobrepeso.
Hasta finales del siglo XX, los problemas alimentarios de los países en desarrollo tenían que ver eminentemente con las consecuencias de la desnutrición en la salud, en especial el retraso de crecimiento en los niños y la anemia en las mujeres en edad de procrear.
Pero todo eso ha cambiado por completo. En tan solo unas décadas, el mundo ha pasado de un perfil nutricional en el que la prevalencia de la insuficiencia ponderal superaba en más del doble a la de la obesidad, a la situación actual, en la que hay en el mundo más personas obesas que personas con insuficiencia ponderal.
La obesidad y el sobrepeso, antes considerados característicos de las sociedades opulentas, están aumentando ahora en los países de ingresos bajos y medianos, sobre todo en las zonas urbanas, donde ese incremento es especialmente acusado.
Según estimaciones de la OMS, desde 1980 la prevalencia mundial de la obesidad ha aumentado en más del doble, registrando incrementos importantes en todas las regiones. En el África subsahariana, el número de niños con sobrepeso aumentó entre 1990 y 2012 de 4 millones a 10 millones. Aunque la obesidad está aumentando en todas partes, su epidemiología varía en función de la duración de la epidemia.
En América del Norte y Europa, la prevalencia de la obesidad alcanza sus tasas más altas en los grupos con menos ingresos, a menudo concentrados en zonas urbanas que son auténticos «desiertos alimentarios» y donde abundan los establecimientos de comida rápida. En cambio, en los países donde la epidemia de la obesidad es un fenómeno más reciente, como la región de Asia y el Pacífico, este problema se observa primeramente en la población urbana de ingresos altos, aunque luego pasa a afectar también a las zonas rurales empobrecidas y las barriadas de las ciudades.
Esta evolución hacia una obesidad que afecta a la totalidad de la población se está produciendo a una velocidad aterradora. En México D.F., por ejemplo, la obesidad en la población urbana adulta ha pasado del 16% en el año 2000 al 26% en 2012. Para entonces, la población urbana infantil de entre 5 y 11 años con obesidad o sobrepeso alcanzaba ya el 35%. En cuanto al país en su conjunto, se estima que en la actualidad siete de cada diez mexicanos tienen sobrepeso y que una tercera parte de los afectados se pueden considerar médicamente obesos. En la India, la prevalencia del sobrepeso, que a comienzos de este siglo se situaba en un 9,7%, se estimaba en una serie de estudios realizados después de 2010 en cerca del 20%. En cuanto a los niños y adolescentes, estos estudios apuntan a un rápido incremento de la obesidad y el sobrepeso, y ello no solo en los grupos de ingresos altos, sino también en los pobres de las zonas rurales, donde la desnutrición y la insuficiencia ponderal siguen siendo importantes problemas de salud. Muchos otros países en rápido desarrollo muestran una evolución similar. La obesidad y la desnutrición pueden darse simultáneamente en un mismo país, en una misma comunidad e incluso en un mismo hogar. En China, con la llegada de un nuevo periodo de abundancia tras décadas de escasez de alimentos, la prevalencia combinada de la obesidad y el sobrepeso se duplicó con creces durante las últimas décadas del siglo XX: en menos de una generación, se pasó de la hambruna a la sobreabundancia. Según estimaciones del Ministerio de Salud de China, en 2012 la obesidad afectaba ya a nada menos que 300 millones, de una población total de 1200 millones. China, la segunda mayor economía del mundo, compite ahora con los Estados Unidos por el puesto de nación con el mayor número de habitantes con sobrepeso. A principios de año, la revista The Lancet publicó un análisis combinado de las tendencias en el índice de masa corporal (IMC) de la población adulta de 200 países entre 1975 y 2014. Según ese estudio, había en 1974 en el mundo un total estimado de 105 millones de adultos obesos. Para 2014, ese número se había disparado a 640 millones, una cifra más de seis veces mayor. Estamos hablando de más de medio millardo de personas. La conclusión general de este análisis es realmente preocupante. De mantenerse las tendencias imperantes desde 2000, las probabilidades de cumplir con el objetivo mundial fijado por los Estados Miembros de la OMS en relación con la obesidad son «prácticamente nulas». El objetivo en sí es relativamente modesto: de aquí a 2025, contener el aumento de la prevalencia de la obesidad y mantenerla en el nivel de 2010. Es decir que básicamente se trata de evitar que una situación preocupante empeore. Y estamos hablando de una situación realmente preocupante, un desastre que avanza lento pero implacable. El hecho de que los incrementos del peso corporal afecten al conjunto de la población es una señal de advertencia de que nos esperan graves peligros. Por lento que sea el proceso, tarde o temprano nos encontraremos con una oleada de enfermedades crónicas relacionadas con el modo de vida. Las enfermedades cardiovasculares son ahora la principal causa de defunción a nivel mundial. En el mundo en desarrollo, los infartos de miocardio suelen matar de manera abrupta, sin imponer una carga prolongada al sistema de salud. En cuanto al cáncer, que en muchas culturas representa el más devastador de los diagnósticos, en el 70% de los casos registrados en entornos de escasos recursos, se detecta tan tarde que la única opción terapéutica es el alivio del dolor. Ni radioterapia. Ni quimioterapia. Ni cirugía. Ni tratamientos avanzados que cuestan sobre U$150 000 por paciente y año. La obesidad incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y también algunos tipos de cáncer. Pero la afección en la que la obesidad como factor de riesgo independiente tiene mayor repercusión es la diabetes. Por otra parte, esta enfermedad con sus costosas complicaciones, como la ceguera, la amputación de miembros y la necesidad de diálisis, puede imponer a los presupuestos de salud y a las finanzas familiares una carga extraordinaria a largo plazo. En las zonas rurales de algunos países de Asia y el Pacífico, los cuidados de una persona diabética pueden requerir más de una tercera parte de los ingresos totales del hogar. En muchos países, los costos asociados a los servicios de cuidado de la diabetes llegan a absorber el 20% de todo el presupuesto de salud. Según estimaciones de la Federación Internacional de la Diabetes, el costo mundial de la asistencia diabética ascendió en 2015 a al menos U$673 millones. Permítanme hacer, con estas tendencias en mente, dos observaciones. En primer lugar, pese a los múltiples esfuerzos desplegados en muchos frentes, ningún país del mundo ha logrado invertir la epidemia de obesidad en todos los grupos de edad de su población. En segundo lugar, estas tendencias exigen una reflexión sobre qué debemos entender realmente como progreso en el siglo XXI. El crecimiento económico y la modernización, tradicionalmente asociados a una mejora de los resultados sanitarios, en realidad están abriendo las puertas para la comercialización globalizada de alimentos y bebidas poco saludables e impulsando la sustitución de unos estilos de vida activos por otros más sedentarios. Por primera vez en la historia, el rápido crecimiento de la prosperidad está haciendo enfermar a muchas personas recién salidas de la pobreza. Esto está ocurriendo en países con pocos recursos y con sistemas de salud que carecen de la oportuna capacidad de respuesta. De continuar las tendencias actuales, puede darse el caso de que una costosa enfermedad como la diabetes acabe anulando los beneficios del desarrollo económico. Señoras y señores: La diabetes es una de las mayores crisis de salud mundial que afronta el siglo XXI. La OMS estima que el número de adultos con diabetes casi se ha cuadruplicado desde 1980, pasando de 108 millones en ese año a 422 millones en 2014. Más de la mitad de esas personas no son conscientes de su condición de enfermos, y el número de afectados que no reciben ningún tipo de tratamiento es incluso mayor. La prevalencia mundial de diabetes en la población adulta también ha aumentado, pasando de un 4,7% en 1980 a casi el doble, un 8,5%, en 2014. La diabetes, que ha dejado de ser una enfermedad asociada a la opulencia, está aumentando prácticamente en todas partes. Al igual que la obesidad poblacional —su predecesora—, la diabetes está aumentando de manera más acentuada en las ciudades de países de ingresos bajos y medianos. La mayoría de los afectados sufren diabetes de tipo 2, que antes también se conocía como diabetes de inicio en la edad adulta, término este que ha quedado obsoleto en vista de que ahora son muchos los adolescentes y niños que también la padecen. La diabetes causa cada año alrededor de 1,5 millones de muertes. A esto hay que añadir otros 2,2 millones de defunciones anuales asociadas a la hiperglucemia, lo que supone un total anual de 3,7 millones de muertes relacionadas con la persistencia de altos niveles de glucosa en sangre. El 43% de esas muertes se producen prematuramente, antes de los 70 años. La región de Asia y el Pacífico es generalmente considerada el epicentro de la crisis de la diabetes. En los países que la conforman, las personas suelen desarrollar la enfermedad a edades más tempranas, enfermar más gravemente y morir antes que los diabéticos que viven países más ricos. Algunos investigadores están tratando de averiguar si puede existir alguna predisposición genética. Otros están buscando factores medioambientales susceptibles de incrementar un posible riesgo genético o que operen por su cuenta, para explicar este singular patrón epidemiológico. Hay cada vez más pruebas de que los organismos programados para sobrevivir durante la gestación y la primera infancia con un bajo consumo de energía presentan problemas de metabolismo cuando tienen que hacer frente a un aumento de la ingesta calórica, por limitado que sea. En opinión de algunos investigadores esa puede ser una de las razones por las que los habitantes de la India y China desarrollan diabetes alrededor de un decenio antes que las personas de origen europeo, bastando en el caso de los primeros un pequeño aumento de peso para que eso ocurra. En algunos de los países más poblados de Asia, hay toda una generación de personas que crecieron castigadas por la pobreza rural —con muy poco que llevarse a la boca y con trabajos que conllevaban arduas tareas manuales— y que ahora se alojan en bloques de apartamentos, tienen trabajos sedentarios, poseen vehículos baratos y viven inmersas en entornos alimentarios caracterizados por la abundancia de comida barata y de fácil preparación. Debido en parte a estos cambios, millones de personas rescatadas de la pobreza para pasar a engrosar una clase media en plena expansión tienen que hacer frente ahora al sufrimiento asociado a la diabetes y a todas las costosas complicaciones propias de esta enfermedad. Según datos estadísticos publicados por la Federación Internacional de la Diabetes para 2015, la morbilidad por diabetes ronda en la India los 70 millones de adultos; se estima que tan solo el pasado año, esta enfermedad se cobró la vida de un millón de personas. Considerando que la prevalencia de sobrepeso se acerca ya al 20%, es evidente que la situación está abocada a empeorar. Las noticias más alarmantes proceden de China. En 2013 la Asociación Médica de los Estados Unidos publicó en su revista un informe elaborado por investigadores chinos sobre la prevalencia y el control de la diabetes en su país. Sobre la base de los resultados de una encuesta nacional de amplio alcance, los autores estimaron que en China hay más de 114 millones de adultos diabéticos, lo que supone una prevalencia en la población china adulta de casi un 12%. Menos de un tercio de los encuestados eran conscientes de padecer esta afección y solo una cuarta parte confirmó recibir el pertinente tratamiento. Probablemente la conclusión más impactante del estudio es que, según sus estimaciones, cerca de la mitad de toda la población adulta de China tiene prediabetes, lo que supone otros 493 millones adicionales de personas en riesgo de padecer esta debilitante enfermedad, con todas sus costosas complicaciones. Imagínense lo que esto significa para la segunda economía más importante del planeta. Los autores del estudio sugieren que parte de la explicación puede residir en los rápidos cambios de modo de vida, propiciados por la modernización y el aumento de los ingresos, en particular el abandono paulatino de la saludable dieta tradicional por una alimentación cada vez más occidentalizada. La amplia cobertura mediática otorgada a este alarmante informe llevó a un periódico chino a publicar una viñeta en la que aparecen un médico y su paciente. «¿Hay alguna cura para la diabetes?», pregunta el paciente ansioso. «Sí», contesta el médico. «La pobreza». Señoras y señores: La diabetes puede tratarse con eficacia, sobre todo si se detecta en una fase temprana. La OMS ha publicado una serie de directrices internacionales al efecto y ha incluido la insulina y diversos hipoglucemiantes en su Lista modelo de medicamentos esenciales. Mejor aún: la diabetes puede prevenirse, idealmente a través de intervenciones que abarquen al conjunto de la población. Modificar el entorno dentro del cual la gente hace sus elecciones de estilo de vida requiere por parte de los gobiernos una persistencia, una voluntad y un compromiso extraordinarios. La serie de publicaciones de The Lancet de 2015 dedicadas al tema de la obesidad, señala con el dedo a la industria alimentaria internacional como principal impulsora de esta epidemia mundial. Estamos presenciando asimismo la aparición de entornos obesógenos, promovidos por toda una serie de políticas comerciales internacionales, subvenciones agrícolas, estrategias publicitarias agresivas —dirigidas también a los niños—, grupos de presión políticamente poderosos e inversiones destinadas a distorsionar la evidencia científica. Hemos tenido prueba de ello muy recientemente en un informe que describe cómo la industria azucarera, allá por los años sesenta, «endulzaba artificialmente» los trabajos de varios expertos en nutrición de una prestigiosa universidad para minimizar la importancia del azúcar en esta esfera. En la segunda mitad del pasado siglo, la industria alimentaria mundial empezó a centrar sus esfuerzos casi exclusivamente en aumentar la producción y reducir los costos. La producción de alimentos se industrializó. Se desarrollaron técnicas para cultivar hortalizas sin suelo. Se promovieron sistemas de producción animal intensiva para atender la creciente demanda de productos lácteos y cárnicos de bajo costo. En el informe publicado en 2005 por la Comisión Pew sobre Producción de Carne en Granjas Industriales (titulado "Putting meat on the table", se describían las nefastas consecuencias de las explotaciones ganaderas industriales para el medio ambiente, la salud humana, el bienestar animal y, en general, para las zonas rurales de los Estados Unidos. Las conclusiones del informe generalmente son consideradas como la explicación más profunda de los motivos por los que la producción cárnica industrial es peligrosamente insalubre e insostenible. Desafortunadamente, muchos países de ingresos medianos con una pujante clase media, como el Brasil, China o la India, han adoptado modelos norteamericanos y europeos de ganadería industrial para satisfacer la creciente demanda de consumo de carne, que suele acompañar los periodos de nueva prosperidad. Así por ejemplo, China cuenta ahora con megagranjas capaces de producir más de un millón de cerdos al año. Aunque la consolidación de la producción cárnica sin duda permite mejorar la seguridad alimentaria, lo cierto es que es ambientalmente insostenible. Por otro lado, este fenómeno coincide en un momento en que la OMS y otros organismos de salud pública están aconsejando a las poblaciones que reduzcan el consumo de carne como estrategia para la prevención de diversas enfermedades no transmisibles. En vista de todo ello, cabe afirmar que buena parte de la producción alimentaria se ha alejado de su objetivo primario que era proporcionar los nutrientes necesarios para la vida y la salud humanas. Tras una serie de fusiones y adquisiciones de gran repercusión mediática, la agroindustria es ahora un complejo industrial mundial operado por un puñado de grandes multinacionales que controlan la cadena alimentaria, desde las semillas, los piensos y los agroquímicos a la producción, transformación, comercialización y distribución. La supremacía y el poder de este complejo industrial son inmensos, lo que ayuda a comprender por qué la comida basura, altamente procesada, se está convirtiendo en la nueva alimentación básica del planeta. Una consecuencia directa es la suplantación en África y Asia de un antiquísimo sistema alimentario, mantenido por pequeños agricultores y granjeros, que desde tiempos inmemoriales ha proporcionado comida a millones de personas. A las autoridades municipales ahora les resulta más barato importar alimentos procesados que recoger productos frescos en terrenos cercanos. La industria alimentaria rechaza toda interferencia por parte de organismos de salud pública como la OMS, y no le falta poder para hacerlo. En un mundo sumido en un sinfín de incertidumbres, las consideraciones económicas, comerciales e industriales pueden dominar las agendas nacionales e internacionales y anular el interés superior de la salud pública. Pero ya se vislumbran algunos avances. En 2013 la Comisión del Codex Alimentarius estableció en sus directrices internacionales sobre etiquetado nutricional la obligatoriedad de indicar las cantidades totales de azúcares, sodio y grasas saturadas. En una de las recomendaciones más contundentes de la Comisión de la OMS para acabar con la obesidad infantil se hace un llamamiento a los gobiernos para que apliquen un impuesto eficaz a las bebidas azucaradas. La OMS recomienda que, para surtir efecto, el impuesto en cuestión debería incrementar el precio del producto en al menos un 20%. En su informe, la Comisión también insta a los gobiernos a que acepten su responsabilidad de proteger a los niños, incluida la responsabilidad de adoptar medidas al margen del impacto que estas puedan tener en los fabricantes de bebidas y alimentos malsanos. El argumento, tan a menudo esgrimido, de que los hábitos de vida son una cuestión de elección personal, no se aplica a los niños. La obesidad infantil es culpa de la sociedad no de los niños. El pasado año, la OMS publicó una serie de nuevas directrices sobre los azúcares libres en las que se recomienda que estos representen menos del 10% del total de calorías que se consumen al día, aunque se recomienda también mantenerlos por debajo del 5% del aporte calórico total si se quieren obtener beneficios adicionales para la salud. Estas directrices llevaron a Sudáfrica, con su epidemia de obesidad, y a Filipinas, donde el 97% de los niños de seis años tienen caries, a solicitar a la OMS orientación para elaborar una legislación adecuada para gravar las bebidas azucaradas. Estos países vienen a sumarse a algunas ciudades estadounidenses, como Berkeley y Filadelfia, que ya están aplicando impuestos a los refrescos gaseosos. El mes que viene, otras tres ciudades votarán si quieren implantar un impuesto de este tipo. Facilitar a los consumidores información útil y transparente también ayuda a mejorar las cosas. Quiero felicitar a las autoridades estadounidenses por sus esfuerzos por exigir que en su país las etiquetas de «información nutricional» indiquen no solo la cantidad total de azúcares, sino también el contenido de azúcares añadidos. Les deseo mucho éxito en su propósito de introducir estos cambios. Señoras y señores: Permítanme una última observación. Es primordial que al elaborar sus estrategias preventivas, las autoridades gubernamentales reconozcan que la elevada prevalencia de la obesidad y la diabetes en el conjunto de una población no se puede achacar a una falta de fuerza de voluntad individual para renunciar a las grasas y dulces o hacer más ejercicio. Antes bien, ha de atribuirse a una falta de voluntad política para plantar cara a una serie de poderosos agentes económicos, como las industrias de los alimentos y los refrescos. Si los gobiernos comprenden cuál es su deber, la lucha contra la obesidad y la diabetes no estará perdida. El interés público debe primar sobre los intereses de las empresas. Muchas gracias.

martes, 8 de enero de 2019

2019 ¿Año par?

Otro informe CESO de coyuntura:
"La economía argentina entra al año electoral con el modelo de M agotado.
La fantasía inicial de una abundancia de dólares basada en el endeudamiento externo y la atracción de capitales especulativos encontró sus propios límites.
La saturación de los mercados con papeles argentinos derivó en el cierre del mercado voluntario de crédito en el verano pasado, generando una reversión del flujo de capitales. La corrida cambiaria iniciada en abril, impulsó una brusca suba del dólar con pérdidas de reservas, seguida de un programa de ajuste pactado con el FMI a cambio de unos USD53.000 millones que permitirían evitar la cesación de pagos de la deuda hasta octubre de 2019.
Como señalamos en el informe anterior “Del G-20 al D-22”, la inviabilidad fáctica del esquema de vencimientos de deuda post-2019, hacen prever una obligatoria restructuración, hecho que explica el alza del riesgo país para los bonos que vencen más allá de octubre.
La aceleración de la inflación por el traslado a precios de la devaluación deterioró el poder de consumo de la población. Los salarios perdieron cerca del 12% frente a los precios mientras que las jubilaciones y asignaciones cerca de un 20% en lo que va del año. La consecuencia fue una importante caída del consumo que se expresa en la merma de las ventas de los locales comerciales (-10% interanual en octubre).
Si bien la tasa de aumento de los precios de noviembre y diciembre muestra una reducción frente a los picos de septiembre y octubre, sus valores aún duplican las ya elevadas tasas previas al inicio de la corrida cambiaria.
La proyección del CESO para diciembre, es una inflación del 48% interanual que difícilmente permita una recuperación del consumo, aún frente a los bonos salariales y para beneficiarios de la AUH negociados en las últimas semanas.
La precaria estabilidad cambiaria del último mes no logra eliminar la incertidumbre que reina en el mercado.
Además de un esquema de endeudamiento insustentable más allá de octubre próximo, las proyecciones del FMI en materia de fuga de capitales y reservas son extremadamente optimistas. De continuar la política de dólar flexible, la mayor fuga de capitales podría implicar nuevas subas del dólar que incentiven una salida preventiva de capitales.
La elevada incertidumbre cambiaria reinante indujo al gobierno a pagar muy elevadas tasas de interés para intentar contener la dolarización de los portafolios.
Más allá de las limitaciones de semejante política en el mediano plazo, la medida termino de derrumbar el crédito a la actividad privada, dando la estocada final al consumo y la inversión productiva. 
El PBI descendió un 3,5% interanual en el tercer trimestre del año y la inversión lo hizo un 11,2%. Las proyecciones hacia fin de año del CESO prevén una baja acumulada cercana al 3% en el PBI, mientras que el propio oficialismo presupuestó una baja de la inversión cercana a los 10 puntos porcentuales para el próximo año.
Frente al deterioro del consumo y la inversión privada, el programa de ajuste acordado con el FMI y plasmado en el presupuesto, proyecta una reducción adicional del gasto y la inversión pública. Respecto a ésta última, el reciente anuncio de una paralización de los PPP muestra que el ajuste en las partidas de obra pública difícilmente sea sustituido por una mayor contribución financiera del sector privado.
Semejante panorama pone en duda la continuidad del ciclo corto político de los últimos años, marcado por recesiones en años pares (no electorales) acompañadas de breves repuntes en los años impares (electorales). La respuesta al interrogante dependerá de que acuerde el gobierno con el FMI en marzo del año que viene, especialmente en lo que hace a la política cambiaria.
El informe completo aquí.

sábado, 5 de enero de 2019

Vagaciones

Si, el verano no solo ayuda a desnudar los cuerpos sino que convoca al reposo, la meditación, el ocio creativo, il dolce far niente de los italianos, así que tomaremos nuestros petates y saldremos a recorrer el mundo. Bah.. mas o menos a 400 kilómetros desde la Sede Central.
Como siempre dejaremos algunos post programados, atemporales, nada coyuntural, pero interesantes, para que el musculo y la neurona se entretengan.
Hasta la vista, baby.

martes, 1 de enero de 2019

Reportaje al joven Chomsky. Los hechos que no importan, el odio, el estado como enemigo

—¿Se considera un radical?
 —Todos nos consideramos a nosotros mismos moderados y razonables.
 —Pues defínase ideológicamente.
 —Creo que toda autoridad tiene que justificarse. Que toda jerarquía es ilegítima hasta que no demuestre lo contrario. A veces, puede justificarse, pero la mayoría de las veces no. Y eso…, eso es anarquismo.
PREGUNTA. ¿Vivimos una época de desencanto?
RESPUESTA. Hace ya 40 años que el neoliberalismo, de la mano de Ronald Reagan y Margaret Thatcher, asaltó el mundo. Y eso ha tenido un efecto. La concentración aguda de riqueza en manos privadas ha venido acompañada de una pérdida del poder de la población general. La gente se percibe menos representada y lleva una vida precaria con trabajos cada vez peores. El resultado es una mezcla de enfado, miedo y escapismo. Ya no se confía ni en los mismos hechos. Hay quien le llama populismo, pero en realidad es descrédito de las instituciones.
P. ¿Y así surgen las fake news (bulos)?
R. La desilusión con las estructuras institucionales ha conducido a un punto donde la gente ya no cree en los hechos. Si no confías en nadie, por qué tienes que confiar en los hechos. Si nadie hace nada por mí, por qué he de creer en nadie.
P. ¿Ni siquiera en los medios de comunicación?
R. La mayoría está sirviendo a los intereses de Trump.
P. Pero los hay muy críticos, como The New York Times, The Washington Post, CNN…
R. Mire la televisión y las portadas de los diarios. No hay más que Trump, Trump, Trump. Los medios han caído en la estrategia que ha diseñado Trump. Cada día les da un aliciente o una mentira para situarse él bajo los focos y ocupar el centro de atención. Entretanto, el flanco salvaje de los republicanos va desarrollando su política de extrema derecha, recortando derechos de los trabajadores y abandonando la lucha contra el cambio climático, que precisamente es aquello que puede terminar con todos nosotros.
P. ¿Ve en Trump un riesgo para la democracia?
R. Representa un peligro grave. Ha liberado consciente y deliberadamente olas de racismo, xenofobia y sexismo que estaban latentes pero que nadie había legitimado.
P. ¿Volverá a ganar? 
R. Es posible, si consigue retardar el efecto letal de sus políticas. Es un consumado demagogo y showman que sabe cómo mantener activa su base de adoradores. A su favor juega también que los demócratas están sumidos en la confusión y puede que no sean capaces de presentar un programa convincente.
P. ¿Sigue apoyando al senador demócrata Bernie Sanders?
R. Es un hombre decente. Usa el término socialista, pero en él significa más bien new deal demócrata. Sus propuestas, de hecho, no le serían extrañas a Eisenhower [presidente por el Partido Republicano de 1953 a 1961]. Su éxito, más que el de Trump, fue la verdadera sorpresa de las elecciones de 2016. Por primera vez en un siglo hubo alguien que estuvo a punto de ser candidato sin apoyo de las corporaciones ni de los medios, solo con el respaldo popular. 
P. ¿No advierte un deslizamiento hacia la derecha del espectro político?
R. En la élite del espectro político sí que se ha registrado ese corrimiento; pero no en la población general. Desde los años ochenta se vive una ruptura entre lo que la gente desea y las políticas públicas. Es fácil verlo en el caso de los impuestos. Las encuestas muestran que la mayoría quiere impuestos más altos para los ricos. Pero esto nunca se lleva a cabo. Frente a esto se ha promovido la idea de que reducir impuestos trae ventajas para todos y que el Estado es el enemigo. ¿Pero quién se beneficia de que recorten en carreteras, hospitales, agua limpia y aire respirable?
P. ¿Ha triunfado entonces el neoliberalismo?
R. El neoliberalismo existe, pero solo para los pobres. El mercado libre es para ellos, no para nosotros. Esa es la historia del capitalismo. Las grandes corporaciones han emprendido la lucha de clases, son auténticos marxistas, pero con los valores invertidos. Los principios del libre mercado son estupendos para aplicárselos a los pobres, pero a los muy ricos se los protege. Las grandes industrias energéticas reciben subvenciones de cientos de millones de dólares, la economía high-tech se beneficia de las investigaciones públicas de décadas anteriores, las entidades financieras logran ayudas masivas tras hundirse… Todos ellos viven con un seguro: se les considera demasiado grandes para caer y se los rescata si tienen problemas. Al final, los impuestos sirven para subvencionar a estas entidades y con ellas a los ricos y poderosos. Pero además se le dice a la población que el Estado es el problema y se reduce su campo de acción. ¿Y qué ocurre? Su espacio es ocupado por el poder privado y la tiranía de las grandes entidades resulta cada vez mayor.
P. Suena a Orwell lo que describe.
R. Hasta Orwell estaría asombrado. Vivimos la ficción de que el mercado es maravilloso porque nos dicen que está compuesto por consumidores informados que adoptan decisiones racionales. Pero basta con poner la televisión y ver los anuncios: ¿buscan informar al consumidor y que tome decisiones racionales? ¿O buscan engañar? Pensemos, por ejemplo, en los anuncios de coches. ¿Ofrecen datos sobre sus características? ¿Presentan informes realizados por entidades independientes? Porque eso sí que generaría consumidores informados capaces de tomar decisiones racionales. En cambio, lo que vemos es un coche volando, pilotado por un actor famoso. Tratan de socavar al mercado. Los negocios no quieren mercados libres, quieren mercados cautivos. De otro modo, colapsarían.
P. Y ante esta situación, ¿no es demasiado débil la contestación social?
R. Hay muchos movimientos populares muy activos, pero no se les presta atención porque las élites no quieren que se acepte el hecho de que la democracia puede funcionar. Eso les resulta peligroso. Puede amenazar su poder. Lo mejor es imponer una visión que te dice que el Estado es tu enemigo y que tienes que hacer lo que puedas tú solo.
P. Trump emplea a menudo el término antiamericano, ¿cómo lo entiende?
R. Estados Unidos es el único país donde por criticar al Gobierno te llaman antiamericano. Y eso supone un control ideológico, encender hogueras patrióticas por doquier.
P. En algunos sitios de Europa también pasa.
R. Pero nada comparable a lo que ocurre aquí, no hay otro país donde se vean tantas banderas.
P. ¿Teme al nacionalismo?
R. Depende, si significa estar interesado en tu cultura local, es bueno. Pero si es un arma contra otros, sabemos a dónde puede conducir, lo hemos visto y experimentado.
P. ¿Cree posible que se repita lo que ocurrió en los años treinta?
R. La situación se ha deteriorado; tras la elección de Barack Obama se desencadenó una reacción racista de enorme virulencia, con campañas que negaban su ciudadanía e identificaban al presidente negro con el anticristo. Ha habido muchas manifestaciones de odio. Sin embargo, Estados Unidos no es la República de Weimar. Hay que estar preocupados, pero las probabilidades de que se repita algo así no son altas. P. Arranca su libro recordando la Gran Depresión, un tiempo en el que “todo estaba peor que ahora, pero había un sentimiento de que todo iría mejor”.
R. Me acuerdo perfectamente. Mi familia era de clase trabajadora, estaba en paro y no tenía educación. Objetivamente, era un tiempo mucho peor que ahora, pero había un sentimiento de que todos estábamos juntos en ello. Había un presidente comprensivo con el sufrimiento, los sindicatos estaban organizados, había movimientos populares… Se tenía la idea de que juntos se podía vencer a la crisis. Y eso se ha perdido. Ahora vivimos la sensación de que estamos solos, de que no hay nada que hacer, de que el Estado está contra nosotros…
P. ¿Tiene aún esperanzas?
R. Claro que hay esperanza. Aún hay movimientos populares, gente dispuesta a luchar… Las oportunidades están ahí, la cuestión es si somos capaces de tomarlas.