En esa elección, se definirá si la sociedad aprueba el giro liberal-conservador impulsado por Mauricio Macri en la política nacional.
Un triunfo, le permitiría profundizar en reformas estructurales: avanzar sobre los convenios colectivos de trabajo y otros derechos laborales (plazo mínimo de contratación, indemnización...), extender la edad para jubilarse y reducir los aportes patronales, profundizar la política externa de apertura comercial, entre otros.
Una derrota pondría en seria debilidad al ejecutivo y su programa político-económico, especialmente, si es en manos de alguna expresión cercana al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Mientras tanto, la economía cerró el 2016 en franca caída y ya se posponen las expectativas de recuperación para un mitológico segundo semestre, esta vez, de 2017.
Paradójicamente para un gobierno que hizo hincapié en su discurso económico sobre el fin de la etapa del consumo y el comienzo de la inversión, fue ésta última la que presentó la caída más pronunciada dentro de los componentes de la demanda agregada. Según informó el INDEC, para el tercer trimestre de 2016, la inversión cayó un 8,3% en forma interanual mientras que el consumo (público y privado) descendió un 2,3% incrementando su participación en un PBI que cayó el 3,8%.
El fracaso de la política de crecer en base a la inversión evidenciado en el resultado de que la inversión perdió peso en el PBI frente al consumo, es una clara muestra de mala praxis económica del macrismo en su primer año de gestión.
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