Berni y el narcisismo de la causa perdida

Lo que dice Berni es transparente para cualquiera. Del conjunto de los delincuentes existe un porcentaje (el dice el 20, podría ser el 5, lo mismo da) que puede ser expulsado del país de inmediato.
Las criticas a esta postura tienen dos variantes: la desviacionista, que insta a que pensemos en que la mayoría de los delincuentes son argentinos, por lo cual una minoría de delincuentes no debería ser motivo de ocupación por parte del estado y que es un argumento parecido a aquellos que dicen que mientras haya argentinos sin viviendas no se debe gastar en satélites. Es patear la pelota afuera.
La otra variante lo acusa de xenofobia. En esta ultima teoría no solo están los turros de siempre sino también muchos y bien intencionados compañeros que temen (por experiencia histórica digamos) que se termine en una cacería de extranjeros indiscriminada.
Si se entiende lo que dice Berni con buena fe es que los jueces argentinos, tienen tarifadas las excarcelaciones y cambios de caratula y ese es el problema central, ahora bien, si se puede excluir de ese negociado a los extranjeros que delinquen (sean 100 o 10, Berni los cifra en mas de 1000 solo en Capital) se reducen los alcances de ese problema, y de paso, como si fuera un detalle, los robos a mano armada.
Suponer una persecución a lo extranjero es un exceso bastante afín a ciertos progres siempre afectos a lavarse las manos ante los problemas, a denunciar una conspiración intergalactica para evitar el engorroso tramite de reparar un semáforo o a ser tan políticamente correctos que la conclusión es que es mejor no hacer nada porque todo es, o podría ser, imperfecto. 
Para que quede claro, si a un puto (si, puto) un grupo de machotes lo quiere golpear, sabemos que hay que estar del lado del puto. Si un judío quiere ser apaleado por skinheadas locales, sabemos que hay que estar del lado del judío y si un boliviano es perseguido por supuestos nacionalistas hay que ponerse del lado del boliviano. Eso no tiene discusión aquí.
Ahora bien si un puto, un judío o un boliviano quieren pegarle un cuchillazo a un pibe para robarle una bici es igualmente claro que estamos del lado del pibe de la bici aun si es alto, rubio, heterosexual asiste a misa día por medio y vive en Recoleta. Lo contrario es suponer que formar parte de una minoría (¿y quien no forma parte de alguna?) es una patente de corsario en nombre de la cual cualquier conducta esta justificada o resulta un atenuante. El que crea lo contrario que proponga en el congreso una ley de homicidios tolerados según los ingresos anuales de su familia.
El compañero Zizek lo dice mejor en "El espinoso Sujeto": "La concepción política de Lenin es el autentico contrapunto, no solo del oportunismo pragmático de centroizquierda, sino también de la actitud izquierdista ... marginalista, de lo que Lacan llamaba "el narcisimo de la causa perdida". Lo que tienen en común un verdadero leninista y un político conservador es el hecho que ambos rechazan lo que podríamos llamar la irresponsabilidad izquierdista liberal, es decir, el abogar por grandes proyectos de solidaridad, libertad, etc. escabulléndose cuando el precio a pagar pasa por medidas políticas concretas, a menudo "crueles". Al igual que un autentico conservador, un verdadero leninista no teme pasar a la acción, responsabilizarse de todas las consecuencias, por desagradables que puedan ser, de realizar su proyecto político. Kipling ( a quien Bertold Brecht admiraba mucho), despreciaba a los liberales británicos que defendían la justicia y la libertad mientras, calladamente, se apoyaban en los conservadores para que les hicieran el necesario trabajo sucio. Lo mismo puede decirse de la relación de los izquierdistas liberales (o "socialistas democráticos") con los comunistas leninistas: los izquierdistas liberales rechazan el compromiso socialdemocrata, quieren una autentica revolución pero eluden el precio real que hay que pagar por ella; prefieren recurrir al alma bella y conservar las manos limpias."